La hipertensión arterial es uno de los factores de mayor importancia para el desarrollo de una enfermedad coronaria la cual es el resultado de un proceso crónico de ateroesclerosis el cual reduce paulatinamente el calibre de las arterias reflejándose en una mala irrigación sanguínea que ocasiona que el tejido se infarte.
En nuestro país se calcula que 17 millones de personas sufren de hipertensión arterial, en las etapas iniciales de esta enfermedad los síntomas son escasos, y se termina por aceptar, en muchas de las veces, el dolor de cabeza o el malestar que, generalmente, es tolerable, y es cuando se recure a la automedicación para mitigar las molestias.
Desafortunadamente la enfermedad progresa y los niveles de presión arterial se incrementan y se termina por diagnosticar la enfermedad cuando los síntomas limitan las actividades habituales. Estos pueden ser por lo general cansancio, dolor intenso de cabeza, mareo, zumbido en los oídos (tinitus), en ocasiones falta de aire, dolor en el pecho o reducción de la agudeza visual, es en este momento cuando se pone en riesgo la funcionalidad de los órganos y aumenta la posibilidad de sufrir un evento cardiovascular que pueda dejar una secuela permanente.
La atención integral de una persona con hipertensión arterial requiere conocer los niveles de glucosa en sangre, colesterol del bueno (HDL) y del malo (LDL) así como la evaluación de la función renal, visual y cardíaca. Si una persona padece hipertensión y uno o más de estos otros problemas son detectados se deben controlar adecuadamente y evitar eventos cardiovasculares y desde luego coronarios.
Existen varios grupos de medicamentos usados para el tratamiento de la hipertensión, este debe ser personalizado de acuerdo a la edad del paciente, tiempo de evolución con la enfermedad, antecedentes de enfermedades cardíacas, renales, diabetes y desde luego reacciones adversas previamente conocidas a algún tipo o grupo de medicamentos. Estos fármacos deben tomarse ininterrumpidamente ya que la enfermedad no se cura, solo es controlada.
El tratamiento y seguimiento de los problemas identificados es indispensable para mejorar la calidad de vida de las personas. Los tratamientos implementados deberán ser supervisados por un médico a través de estudios de laboratorio y gabinete, es necesario advertir al paciente que no deberá suspender la medicación cuando los síntomas mejoren, ya que esta mejoría es secundaria a la estabilización de las condiciones previas.
En cada caso se deberá decidir la cantidad de estudios que ayuden a determinar si la hipertensión arterial ha ocasionado alguna complicación en el corazón, por ejemplo un electrocardiograma en reposo, prueba de esfuerzo o incluso un ecocardiograma. Asimismo será necesario monitorear, periódicamente, la eliminación de proteínas a través de la orina lo cual puede indicar la aparición o progresión de enfermedad renal asociada a hipertensión. En personas de más edad el índice tobillo brazo puede ser útil para diagnosticar enfermedad arterial periférica.
Las medidas generales para mejorar la presión arterial deberán ir a la par del tratamiento farmacológico y son las siguientes:
- Mantener un peso saludable.
- Hacer ejercicio cardiovascular habitualmente (por lo menos 3 veces por semana).
- No fumar ni consumir grandes cantidades de bebidas alcohólicas.
- Reducir el consumo de alimentos con grasas de origen animal.
- Reducir el consumo de alimentos con azucares simples.
La recomendación dietética más recurrente en la hipertensión es moderar el consumo de sal, lo que permitirá reducir el volumen de líquido retenido en las extremidades. Estas medidas deben ser acompañadas de un tratamiento eficaz y continuo con el objetivo de evitar complicaciones graves.
Desde el punto de vista económico es más costoso pagar el tratamiento de una complicación y su secuela que pagar y tomar continuamente los medicamentos. El apego a las recomendaciones médicas y la identificación temprana de complicaciones mejoran la calidad de vida en pacientes con hipertensión arterial.