Sandra Elizabeth Aldama tenía una vida activa y plena. “Iba al trabajo, jugaba basquetbol, iba a paseos con mi hijo, a viajes, todo normal”.
Sin embargo, al cumplir 40 años, el cansancio extremo empezó a convertirse en una señal de alarma, “entré a jugar básquetbol y no pude ni siquiera correr 10 segundos”, recuerda.
Los síntomas empeoraron hasta el punto en que necesitaba una silla de ruedas para moverse, actividades como subir escaleras o incluso hablar se volvieron tareas imposibles para ella.
Una difícil noticia
Con el paso del tiempo y el deterioro progresivo de su salud, Sandra sufrió un infarto en 2017, lo que requirió la inmediata colocación de un marcapasos. Poco después conoció al Dr. Eduardo Herrera, cardiólogo del programa de trasplante cardíaco de CHRISTUS MUGUERZA Hospital Alta Especialidad. “Cuando el doctor Herrera me dice que voy a necesitar un trasplante, primero no le creí”, menciona Sandra.
El diagnóstico fue devastador: insuficiencia cardíaca terminal. “Me fui llorando, pensando en mi hijo que tenía 13 años y pensando en que me faltaba por vivir con él, y aferrándome a que las cosas iban a salir bien, a que había demasiado amor entre nosotros, y en la fe en Dios”, recordó Sandra.
El Dr. Herrera recuerda que: “Sandra no quería trasplantarse porque tenía un hijo chiquito. Me decía: ‘ya que sea mayor de edad me trasplanto’. Yo le respondía: no te va a dar tiempo”
Fue su hijo Leonardo quien la convenció: “Mamá, es tu segunda oportunidad para vivir”.
La espera y la llamada más anhelada
La preparación para el trasplante implicó múltiples protocolos médicos y un proceso emocional difícil. “Era una línea muy delgada entre tener toda la esperanza de vivir, pero también con todo el miedo de morir”.
El 28 de enero de 2018 llegó la llamada del hospital: había un corazón disponible. “Me llené de miedo y esperanza. No me despedí de mi hijo, solo le dije: nos vemos en un momentito”.
La cirugía, realizada por un equipo multidisciplinario liderado por el Dr. Eduardo Herrera y el Dr. Oscar Alejandro Ortega, cardiólogos de CHRISTUS MUGUERZA Hospital Alta Especialidad fue un éxito.
Te recomendamos: Sin donantes, no hay trasplantes: un pacto de humanidad.
Una nueva vida después del trasplante
Confundida al despertar, Sandra no estaba segura de lo que pasaba, fue “hasta que vi a mi hijo (que) supe que estaba viva”, recuerda Sandra.
Desde entonces, su vida cambió por completo: “Volví a jugar basquetbol, a trabajar ya sin necesidad de la silla de ruedas. Ha sido una maravilla todo lo que nos ha tocado vivir.”
Leonardo, su hijo, recuerda con orgullo: “Valió la pena todo el esfuerzo, las desveladas, los insomnios, no comer a veces. Hoy verla bien significa que todo valió la pena”.
Gratitud eterna y un mensaje de esperanza
Sandra nunca olvida a la familia de su donadora: “Muchas gracias a los papás de mi donadora. El corazón de su hija lo quiero mucho, lo cuido mucho y sigue latiendo”.
El Dr. Herrera subraya el valor de la donación: “Gracias a que alguien decidió donar los órganos de su familiar, hay una mamá que sigue asistiendo a su hijo, que era menor de edad cuando la trasplantamos, y hoy ya es un compañero de vida”.
Hoy, a más de 7 años del trasplante, Sandra vive con gratitud y esperanza: “La vida es una maravilla, es una bendición. Existen las segundas oportunidades, debemos confiar en los doctores y en la medicina”.
La historia de Sandra es un recordatorio de que la ciencia, la fe, el amor familiar y la solidaridad de una familia donadora pueden cambiar el rumbo de la vida.
En CHRISTUS MUGUERZA atendemos a pacientes que necesitan un trasplante a través de diferentes programas activos en nuestros hospitales, con un enfoque en la atención profundamente humana y el apoyo de tecnología de vanguardia y equipos médicos especializados.
