Para Alondra, su realidad se transformó después de padecer COVID-19 en el 2021, cuando comenzó a percibir lo que creyó podrían ser secuelas de la enfermedad que acaba de sufrir: taquicardia, manos y pies fríos, náuseas, mareos y la sensación de desmayo que la hacían sentir que estaba corriendo todo el tiempo.
“Sentía todo el tiempo que iba corriendo y que me iba a desmayar”, recuerda Alondra.
La angustia antes del diagnóstico
Durante meses, Alondra vivió una odisea buscando respuestas. Visitó la sala de urgencias en varias ocasiones. Al principio, le hablaban de ansiedad o tiroides, pero ella sabía que algo no estaba bien, fue entonces cuando finalmente confirmó el diagnóstico: Disautonomía, una afección del sistema nervioso que regula funciones automáticas del cuerpo.
El diagnóstico se confirmó con el estudio de la mesa inclinada, un proceso que fue intensamente desafiante: “Estuve a punto de desmayarme… tuvieron que pausar el estudio, pero finalmente sí se pudo dar el diagnóstico”, relata Alondra.
La recuperación de la independencia
Después del diagnóstico, llegó con el Dr. Jaime García Guerra, Cardiólogo pediatra de CHRISTUS MUGUERZA Hospital Alta Especialidad, quien fue pieza clave en brindarle un tratamiento y ayudarla a encontrar la estabilidad que tanto necesitaba.
“El doctor Jaime García fue un ángel enviado por Dios en mi vida,” afirma Alondra.
Su llegada con el Dr. García fue un alivio en medio de la desesperación. En ese momento, Alondra estaba en su punto más vulnerable: llegó a estar en silla de ruedas, no podía comer y dependía totalmente de su esposo para bañarse y moverse. “Volví a ser niña,” comenta conmovida.
Durante los últimos 4 años, el tratamiento ha sido constante, combinando medicamentos, un cambio en sus hábitos y la atención especializada que recibe por parte de sus médicos. Incluso durante una recaída por síntomas gastrointestinales, el Dr. Ramiro Rodríguez, Gastroenterólogo en CHRISTUS MUGUERZA Hospital Cumbres, fue crucial para determinar cómo la disautonomía afectaba su intestino.
Un reconocimiento al cuidado humano
Alondra no duda en destacar la calidad del servicio que ha recibido. “El personal es muy bueno,” comenta.
El apoyo del equipo médico y de enfermería ha sido esencial para hacer su proceso más llevadero, y resalta que los profesionales han entendido la seriedad de su condición, lo cual es vital para los pacientes con disautonomía. “Las enfermeras han sido parte también clave para que esto sea más llevadero”, agradece Alondra.
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La fuerza que viene de su red de apoyo
La verdadera fortaleza de Alondra está en el apoyo incondicional de su esposo, quien “siempre ha creído en mí,” y en su familia. Su apoyo ha sido fundamental para validar su enfermedad, especialmente cuando la disautonomía es una condición invisible que a menudo se malinterpreta.
Hoy, la vida de Alondra es diferente. Pese a vivir aún con síntomas controlados, ha retomado la capacidad de caminar, bailar y vivir.
“El hecho de que podamos respirar, el hecho de que podamos caminar, bañarnos… es tan sencillo y lo hacemos como día a día nuestra rutina, pero la verdad es algo que me costó mucho trabajo.”
Ella ha aprendido a valorar cada pequeña actividad y a vivir con disciplina. Además, ha convertido su experiencia en una misión, abriendo sus redes sociales para informar a otros pacientes y familiares.
“La disautonomía no me define, solamente es un diagnóstico, pero mi vida va más allá de eso,” dice con firmeza. “Me gusta más la persona que soy ahora, porque puedo disfrutar la vida valorando lo que soy.”
Alondra tiene un mensaje para quienes se sienten mal: “No normalicemos el sentirnos mal. Hay que buscar la causa y llegar con el doctor indicado.” Su historia es un recordatorio de que, incluso después del desafío más grande, la constancia, la fe y el apoyo médico pueden devolvernos la alegría de vivir.


