Cuando los padres se enteran que están esperando la llegada de un hijo surgen muchos temores y dudas, una de las principales preguntas que los padres se plantean es, ¿cómo alimentar al bebé?
Elegir alimentarlo con el seno materno o con fórmula es una decisión exclusiva de los padres y a los pediatras les corresponde únicamente dar la mejor orientación en cualquiera de los dos casos.
El bebé se alimenta desde el momento mismo de la concepción, el vientre materno le proporciona todos los nutrientes que en ese momento necesita. Posteriormente se formarán la placenta y el cordón umbilical que lo oxigenaran y le darán todos los nutrientes necesarios ajustándose en todo momento a la evolución cambiante de su crecimiento y desarrollo hasta que llega el momento del parto.
Entonces, la placenta le pasa la estafeta a la glándula mamaria que al mismo tiempo del embarazo fue produciendo y combinando todos los nutrientes: carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas, anticuerpos y células protectoras en las cantidades exactas para recibir al bebé.
Lo más sorprendente es que esta mezcla también se adapta a la madurez del bebé, pues la leche materna para el prematuro es diferente que la leche de un recién nacido de término. Es más rica en nutrientes para que así el bebé pueda alcanzar más rápido el peso adecuado.
Es muy aconsejable que el bebé prematuro reciba leche materna en lugar de fórmulas comerciales, así estará más protegido contra las infecciones, tendrá más tiempo el contacto con su madre y requerirá por menos tiempo la incubadora porque subirá más rápido de peso y aprenderá a succionar y deglutir mejor que los alimentados con fórmula.